Ya establecimos las diferencias básicas entre una novela erótica y una con extra de sexo. Quiero recordar que, en todo momento, hablamos de novelas románticas con componentes erótico sensuales, por lo que la finalidad de nuestras historias es que los protagonistas tengan un romance más o menos tórrido.
En el artículo de hoy vamos a hablar de las formas de introducir las escenas de tensión dependiendo del estilo que se haya elegido. Hemos dicho ya que en una novela erótica, la trama principal es la relación sexual/sensual que se establece entre los personajes. El amor llega siempre más tarde, aunque nada impide que exista desde el principio. Pero el objetivo de la historia es desarrollar esa relación sexual, que sea ella la protagonista de la novela, el tercer personajes de la historia. Existirán tramas secundarias, claro que sí, pero la importante y principal será la trama erótica. En una novela con extra de sexo, la relación sexual de los personajes es un aderezo más. La trama es diferente, suele ser romántica o abarcar otros géneros como el suspense o la fantasía.
Por ejemplo:
El tutor, de Robin Schoe. En esta historia, ambientada en la rígida Inglaterra del s. XIX, la protagonista es una esposa que acude a la casa de un noble, conocido por ser un libertino, para que este le instruya en los caminos del placer, y así poder seducir a su marido para que éste deje de buscarse otras amantes.
En esta historia, la trama principal es la relación que se establece, desde el inicio, entre los dos protagonistas. Ella, curiosa aprendiz; él, maestro experimentado. El objetivo de la historia es contemplar la evolución erótica del personaje principal frente a las cosas que su “tutor” le muestra. En ningún momento inician una relación sexual, porque no es necesario; exploran el erotismo desde fuera hasta que, irremediablemente, nace la atracción.
En las novelas con extra de sexo, la historia es otra bien diferente. Se le añaden escenas de cama para darle más sabor al helado romántico, la trama principal sigue siendo romántica y el objetivo es la evolución sentimental, y existen también más cosas aparte de la historia de los personajes. La parte sensual/sexual no es tan importante, no es el objetivo.
Por ejemplo:
La locura de lord Ian McKenzie, de Jennifer Ashley. En esta historia, también del mismo siglo que la anterior, los protagonistas se encuentran en el teatro y se sienten atraídos al instante el uno por el otro. El protagonista masculino padece una enfermedad extraña a los ojos de la sociedad —Asperguer, un tipo de autismo—, y estuvo durante mucho tiempo encerrado en un sanatorio mental. La protagonista, viuda desde hace unos meses, regresa a la sociedad con discreción y por casualidad se cruza con este peculiar personaje.
Esta historia sigue la estructura de una novela romántica e histórica, con el añadido de escenas eróticas. Aunque es una relación que se establece desde el principio, la finalidad no es encontrar salida a los anhelos que retumban en sus cuerpos. La trama es, pues, de qué forma conseguirá él conquistarla a ella y si ella, por otro lado, se deja conquistar. Todo envuelto en un paquete de misteriosos asesinato en el que todo apunta al que el culpable es el protagonista.
Dependiendo del tipo de novela la forma de introducir las escenas eróticas difieren una de otra igual que el tipo de finalidad de cada una.
Erótica
En una novela de este tipo, estamos obligados desde el inicio a insinuarla. De nada sirve esconder las intenciones de los personajes, porque es precisamente esta intención lo que va a iniciar la historia.
Entonces, ¿cómo empezamos?
Una trama erótica surge en el primer momento en que existe una intención erótica de un personaje hacia otro. Debe exisitir un interés sexual por otro personajes, ya sea por curiosidad, tentación, apetito o instinto primario. La chispa surge y a partir de ese momento es cuando se elabora la historia.
Para introducir la parte erótica en la novela, hay que empezar a crear diferentes situaciones que lleven a los personajes a sentirse atraídos el uno por el otro. La relación sexual que van a tener ha de estar definida desde el principio, luego será más fácil generar esa tensión y encontrar los momentos adecuados para introducir pequeños detalles, escenas breves, miradas, diálogos. Es interesante no abusar de las escenas de tensión si no tienen un objetivo. Diálogos largos, a menos que estén cargados de erotismo, aburren si no conducen a ningún sitio. Pensemos que en una novela erótica, los personajes se definirán según su relación, la forma en la que experimentan su sensualidad el uno con el otro.
1_. Desde el instante en que los personajes se encuentran, despertar sus instintos de manera provocativa. Tanto ellos como el lector han de ser conscientes de su atracción el uno por el otro. El grado de atracción puede ser muy inmediato, llenar sus cabezas con deseos perturbadores y anhelos inconfesables; o puede ser leve. Si nos decantamos por un grado de atracción leve, es una buena idea utilizar recursos externos para conseguir que sea el lector el que observe la tensión erótica entre los personajes mientras que ellos están pensando en otras cosas. Una descripción del entorno es lo que más nos va a ayudar a conseguirlo, las emociones que ciertas cosas despiertan en los personajes, recuerdos anteriores y sensaciones que han experimentado en momentos muy diferentes, aportarán una ambiente propicio para que los lectores se den cuenta de que algo podrá surgir en los protagonistas en un futuro.
2_. Insistir en la atracción, pero sin resultar cargantes. Es lógico que ante una atracción erótica existan nervios y estremecimientos continuados entre los personajes, aunque no es necesario que se nos recuerde a cada momento. Breves pinceladas de este despertar erótico es más que suficiente y, al igual que en el punto anterior, buscar recursos en el entorno para lograr realismo en esas escenas en las que los protagonistas comparten espacio. No han de estar pensando necesariamente en sexo. Lo divertido es que cualquier detalle de un personaje puede despertar un acalorado interés en el otro, desde la ropa que lleva hasta la forma de comer fresas con nata. Estos detalles son importantes para aumentar el nivel de tensión, dependiendo de cuanto quieras alargar el momento del clímax.
3_. Encontrar el momento perfecto para dar rienda suelta a sus pasiones. Pero, cuidado, que el deseo haya sido consumado no significa que la historia termine. La historia sigue, las vidas de sus protagonistas, aunque hayan tenido una experiencia religiosa, continúa. Así pues, los personajes regresan a su vida cotidiana pensando en lo que han hecho. Esos recuerdos despertarán nuevas emociones en ellos, que es otro recurso interesante para insistir en esa atracción. En este punto, cuando los personajes ya han consumado sus apetitos carnales, es cuando hay que volver al punto anterior y seguir insistiendo en la atracción hasta encontrar otro momento en el que caer en la tentación, de un modo mucho más intenso que el primero.
4_. Poner fin a la historia cuando esa tensión se haya resuelto. Sabemos bien que los personajes se aman aunque les haya costado mil páginas darse cuenta, pero, repito, la historia erótica terminaba mucho antes. Cuando los personajes confiesan sus desvelos, el clímax de la historia ha llegado a su fin y el nivel de tensión decae. Por tanto, se pierde completamente el interés. Es necesario darle una conclusión a la historia.
Extra se sexo
En esta clase de novelas es un poco más complicado introducir una escena erótica sin cargarnos toda la historia precisamente, por incluirlas. A veces, el extra de sexo puede ser como un parche mal colocado, cuyos bordes se van despegando poco a poco hasta que, a la fuerza, se llena de roña y hay que quitarlo.
Para que una escena en una novela romántica con extra de sexo quede bien integrada en la historia, hay que mantener la voz narrativa. Si introducimos una escena cambiando el registro el lector se dará cuenta enseguida de que algo pasa. Es importante mantener el tono y la ambientación en todo momento, y no caer en la tentación de querer apretar más de lo que se puede abarcar.
1_. En los personajes existe una atracción. Puede que sea lujuria, puede que sea amor. En cualquiera de los dos casos es importante tener claro desde el principio qué clase de historia se va a narrar. Por eso, una vez establecido el objetivo, no perderlo de vista. Este punto no se diferencia mucho de la parte erótica a menos que haya una intencionalidad de cara a las futuras escenas. ¿Aportará algo a nuestra historia que los personajes tengan sexo? ¿Sí? ¿No? ¿Qué clase de relación erótica van a tener?
2_. En este tipo de historias siempre existe una trama principal, que viaja en paralelo con la romántica, mientras que las escenas eróticas forman pequeños picos en diferentes partes de la novela. Son pequeños momentos de clímax que no suelen tener tanta importancia como puede tenerlo el desenlace final de la historia. Aunque son interesantes y aportan a la historia, no es el objetivo.
3_. Las escenas eróticas pueden contener todos los detalles que el escritor quiera. No hay que perder el norte, estas escenas son relleno de crema para el croissant de la novela, así que aportan lo mismo que una escena de diálogo con la cajera del supermercado. Por eso hay que hacerlas más interesantes, lo que no quiere decir que deban ser raras; los personajes no se van a poner a hacer cosas extrañas cuando su personalidad ya está definida por otros parámetros.
4_. No hay que insistir. Es más, no hay que desviar la atención. La novela no es erótica, a menos que los personajes vayan a evolucionar cada vez que se vayan a la cama, no es necesario que la historia con venga con tripe extra de sexo. El lector está interesado en saber cómo acaba la novela, si has gastado todas tus balas en escenas de cama, ya no puedes seguir disparando momentos eróticos, porque ya se ha perdido el interés.
El fundido a negro
Si en la novela o historia todo este tiempo hemos mantenido las distancias con la tensión sexual o no hemos dado importancia a la atracción física sino a la sentimental, una escena erótica suele quedarse en ese ya tan famoso fundido a negro. Pero si tu intención no es fundir a negro sino continuar la historia cuando los personajes han saltado el uno sobre el otro confesándose que en realidad siempre se habían amado pero nunca lo habían confesado, aquí es cuando tienes que andar con pies de plomo.
Ahora, más que nunca, mantener la voz narrativa es fundamental. Es el momento álgido, el momento que todo lector espera y no querrá leer una descripción detallada de todo lo que hacen los protagonistas. Es el momento de ser lo que hemos sido durante todo este tiempo, escritores. Trabajar esa escena con cuidado para no salir por la tangente y escribir una cosa que no se relaciona para nada con la historia. En conjunto, esa escena de fundido a negro tiene que encajar como la pieza del puzzle que andabas buscando para completarlo.
¿Qué pensáis vosotros? ¿Qué preferís, erótica o extra de sexo? ¿De qué forma trabajáis estas escenas? Un saludo y hasta la semana que viene.
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